Difundimos el comunicado “Delitos que exigen justicia: un llamado urgente a la comunidad internacional” firmado por Roberto Jaramillo Bernal, S.J., Presidente de la Conferencia de Provinciales Jesuitas en América latina y El Caribe (CPAL) y Rolando Alvarado, S.J., Superior Provincial de la Compañía de Jesús en Centroamérica. El comunicado fue publicado el 19 de septiembre del 2019 en su sitio web.
Crímenes que reclaman justicia. Un llamado urgente a la comunidad internacional
Una auténtica masacre ensangrentó Nicaragua desde abril a agosto de 2018. Entre los meses de abril y mayo de ese año la población se adueñó de las calles de todo el país mientras el régimen se preparaba para aplastar las protestas a sangre y fuego; lo que hizo en el mes de agosto. Así, desde septiembre de año pasado Nicaragua sufre un estado de excepción o un estado de sitio de facto y el derramamiento de de sangre no cesa. Ahora la masacre es por goteo.
“¡Vamos con todo!” fue la orden que dio el régimen el 19 de abril para aniquilar unas inesperadas protestas de jóvenes estudiantes; y se desató la matanza. Desde el primer momento la ejecutaron policías antidisturbios que usaron armas de guerra. Muy pronto se les unieron fuerzas parapoliciales y paramilitares, hombres vestidos de civil y a menudo encapuchados.
El saldo de esos meses de horror, elaborado al detalle por el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (CENIDH) y ratificado por los informes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) es de 328 muertos, entre ellos 28 policías, que también suman a la cuenta del régimen que los mandó a matar o a morir.
El número de heridos ha sido más difícil de precisar. ¿Dos mil…? ¿Más…? ¿Cuántos de ellos con discapacidades de por vida? Y aunque hay indicios de desapariciones forzosas, y pruebas de que hubo cárceles clandestinas en donde se torturaba brutalmente, la cifra de los desaparecidos no logra aún precisarse.
Analizando la etapa entre el 18 de abril y el 30 de mayo de 2018, el Grupo interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) que estuvo trabajando in situ hasta su expulsión en diciembre de 2018, estableció que en Nicaragua el Estado ha cometido “crímenes de lesa humanidad” que pueden ser juzgados en tribunales internacionales. El informe que produjo el GIEI es lo más cercano al de una “comisión de la verdad”.
El número de personas capturadas en los meses más duros, sin que se respetaran los procedimientos legales, llegó a ser de más de 800 detenciones arbitrarias. La tortura y el abuso sexual, tanto contra mujeres como contra hombres, fueron instrumentos generalizados en los penales de todo el país. Hay evidencias de choques eléctricos, uñas arrancadas, asfixia, golpizas, aislamiento, agua contaminada, alimentos podridos y/o envenenados, entre otros métodos. Decenas de capturados fueron juzgados y condenados en procesos judiciales totalmente viciados.
La excarcelación de casi 500 presos políticos en los primeros meses de 2019 fue una “concesión” de la dictadura, presionada internacionalmente; una medida conveniente para fingir que estaba abierto al diálogo y a la negociación de cara a los encuentros que sostuvo con la oposición en los meses de febrero a julio de 2019, en los que se firmaron acuerdos que nunca se han cumplido. Aún permanecen encarcelados 129 hombres y una mujer.
En Nicaragua, la represión por parte de agentes del régimen de Ortega- Murillo no ha cesado ni un solo día desde el 18 de abril de 2018. Ninguno de los excarcelados en 2019 ha sido verdaderamente liberado – tal como fue el compromiso firmado – porque sus expedientes siguen abiertos. Y se les asedia y acosa permanentemente en sus casas y en sus comunidades.
Las protestas se han reducido drásticamente gracias al régimen del terror y el miedo instalado por los despliegues policiales desproporcionados ante el anuncio de cualquier movilización. En promedio 4 personas son capturadas diariamente por participar en pequeñas protestas; algunos de ellos acercándose a escuchar. acercándose a participar. El allanamiento de hogares es práctica rrecurrente por parte de las fuerzas policiales o por paramilitares. Las víctimas son habitualmente golpeadas, amenazadas, y les roban sus pertenencias. El objetivo es intimidarlas a ellas y a sus familias. El control social es estricto y el espionaje se ha institucionalizado.
Ahora los asesinatos ya no ocurren en las ciudades que se rebelaron en abril, sino en zonas rurales. Los muertos de hoy son campesinos, opositores al sandinismo desde los años 80 y participantes, después de la rebelión de abril/18, en protestas contra el régimen actual.
En promedio hay 2 asesinatos diarios en zonas del Norte (Las Segovias y Jinotega) de Nicaragua. Según el Colectivo de Derechos Humanos Nicaragua Nunca +, integrado por abogados que pertenecieron al CENIDH y tuvieron que huir al exilio en 2018, todos estos asesinatos “por sus características son ejecuciones extrajudiciales, sumarias y arbitrarias”. Los ejecutan paramilitares amparados por el Ejército; y así todo va quedando en lamás absoluta impunidad.
La represión por goteo, el miedo, el terror y el control social han provocado también otros dramas humanos. Uno de los más dolorosos es el del exilio. Desde abril de 2018 según informaciones de ACNUR, hay 88.000 nicaragüenses han decidido exiliarse: 68.000 Costa Rica, en donde una mayoría no tiene medios de vida digna.
Por la represión han sido despedidos de las instituciones públicas de salud 400 médicos y médicas, muchos de ellos especialistas que necesita el pais, como represalia por atender a los heridos en las protestas de 2018 o por expresar críticas contra el régimen.
La represión contra los periodistas ha provocado que 100 (70 hombres y 30 mujeres) profesionales de la comunicación hayan tenido que huir del país, y que las instalaciones de dos importantes medios de comunicación, el Canal 100% Noticias y Confidencial, estén ocupadas por fuerzas policiales, después de haber sido allanadas y saqueadas en diciembre de 2018, momento en el cual se les canceló la personería jurídica a nueve organizaciones sociales y se ocuparon militarmente sus sedes e instalaciones.
La inestabilidad que genera este régimen han ido llevando la economía a una crisis incomparable. “La depresión es una enfermedad que invade a las personas de tristeza, angustia y les arrebata toda esperanza. En economía se usa el mismo término para un país que se derrumba. En Nicaragua hay signos claros de estar en depresión. Lo indican datos oficiales, sondeos al sector privado y la situación real de personas que han perdido sus trabajos, cerrado sus empresas y entregado carros, fincas y casas a los bancos porque no pueden pagarlos”, dice un economista. Se calculan más de 100.000 personas que han perdido sus empleos formales, y otros 300.000 que han quedado sin trabajo por la depresión económica.
Con la única estrategia de aumentar la represión para mantenerse en el poder, una economía como la nicaragüense, movida por factores externos (inversión extranjera, turismo y exportaciones) no mejorará, provocando un mayor empobrecimiento de muchas familias. Sólo el factor externo de las remesas se mantentiene garantizando cierto nivel de sobrevivencia a algunos hogares.
Nicaragua es un país pequeño con aproximadamente 6 millones de habitantes; y es el país más empobrecido del continente después de Haití. Las cifras que presentamos pueden parecer pequeñas pero están dejando heridas colosales que tardaran mucho en cerrar. Se trata de un país con una larga historia de violencia política para lograr cambios. Por eso, uno de los rasgos más valiosos de la rebelión desatada en abril de 2018 es determinación de una gran mayoría del pueblo nicaraguense de emprender, esta vez, una lucha pacífica y de resistencia cívica para cambiar el régimen. Pero es claro que se necesita el respaldo internacional, tanto de la sociedad civil y las organizaciones que luchan desde diversos campos por un mundo más justo, como de todos los gobiernos democráticos de América Latina y del mundo entero; sólo así será posible el retorno de la libertad y la igualdad.
Desde la Conferencia de Provinciales Jesuitas de América Latina y El Caribe (CPAL), junto con todos los compañeros en Nicaragua, y en solidaridad con todas las víctimas y con la mayoría del pueblo que resiste, no nos cansamos de denunciar las arbitrariedades del régimen Ortega-Murillo. Queremos continuar atentos a las voces de aquellos que sufren la inmisericorde tiranía del poder que pretende someter los sueños libertarios y democráticos a través del terror, la represión, la tortura, el asesinato.
Hacemos por lo tanto, de nuevo, un llamado a toda la comunidad internacional, particularmente a los miembros de la Organización de Estados Americanos, para que ejerzan sus mejores oficios a través de la diplomacia internacional y se tomen todas las medidas necesarias para rescatar la democracia en Nicaragua y para responsabilizar al régimen actual de los crímenes que ha cometido.
ROBERTO JARAMILLO BERNAL, S.J.
Presidente de la Conferencia de Provinciales Jesuitas en América latina y El Caribe (CPAL).
ROLANDO ALVARADO, S.J.
Superior Provincial de la Compañía de Jesús en Centroamérica
19 de septiembre de 2019
Fuente: https://jesuitas.lat